Si
cuando nos duele alguna parte del cuerpo o bien tenemos un malestar solemos
buscar inmediatamente la consulta y asesoramiento del médico, con el fin de
liberarnos de ello, ¿por qué no hacemos lo mismo cuando el dolor es emocional o
mental? ¿Por qué tenemos tanta dificultad para ir a un psicólogo?.
Puede
suceder que cuando nos sintamos muy desbordados, tengamos un problema o
dificultad que no conseguimos resolver o bien estamos bloqueados de hacia dónde
ir, llega un momento en que, o bien nos planteamos ir al psicólogo o nos lo
plantean desde fuera nuestros amigos, familia, o incluso otros profesionales.
En ese momento una de las cosas que uno se pone a valorar es: ¿realmente estoy para ir al psicólogo? , ¿qué tipo de profesional he de buscar?¿dónde y cómo? y otra cuestión que acude a
nuestra mente está relacionada con el aspecto económico: lo que supondrá de
desembolso a mi bolsillo un tratamiento de estas características, porque convengamos,
lamentablemente la presión asistencial en la Sanidad Pública hace prácticamente
inviable un tratamiento psicológico de calidad, con la frecuencia necesaria
para la mayor parte de los tratamientos. Con ello no minimizo el trabajo del
psicólogo clínico en la Sanidad Pública, todo lo contrario, mucho hacen para los
pocos que son y el poco tiempo disponible de consulta (si lo deseas lee: "La salud mental está desatendida en España").
Llegados a este punto uno echará cuentas de coste de la sesión, frecuencia y
estimación de tiempo para resolver el problema. A unos les parecerá un gasto
excesivo para hacer frente, por lo que es probable que decidan seguir haciendo
lo mismo que han hecho hasta ese momento, muy probablemente con el mismo
resultado; otros decidirán hacer el esfuerzo e invertir.
De eso se
trata la reflexión de hoy: ir al psicólogo
(o a cualquier profesional sanitario) ¿es un gasto o una inversión?. Es aquí
donde quiero haceros ver la increíble inversión que puede suponer ir al psicólogo
para ti, si es que precisas uno en este momento o en un futuro.
A cualquier
persona, si le preguntamos cuál es su objetivo final en la vida, muy
probablemente nos dirá que ser feliz y para ello es imprescindible tener
salud. No conozco a nadie que esté enfermo, sufra y se sienta a gusto con su
vida.
Además, hoy en día sabemos que aquello que pensamos/sentimos desencadena una reacción química cerebral de neurotransmisores que
desencadenan las emociones/pensamientos, y con ambas tomamos nuestras decisiones para actuar,
produciendo como resultado final salud o enfermedad, tanto a nivel físico como
mental, ya que ambas se retroalimentan mutuamente: si estoy mal a nivel mental,
de pensamientos y emociones, con el tiempo desencadenaré “fallos” en mi
organismo que se traduce en enfermedad física, y viceversa, cuando padecemos
enfermedades físicas, sobre todo crónicas, nuestros pensamientos y emociones se
ven afectados de tal manera que lo difícil no es terminar desarrollando un
problema emocional y/o mental. Os invito a ver el siguiente vídeo de Bruce Lipton.
¿Son suficientemente importantes nuestras
emociones y pensamientos como para invertir en ellos?. De ellos dependen muchísimas cosas en nuestra vida: nuestra relación con nosotros mismos, con los demás (la
pareja, amigos, familia, hijos…), el trabajo y hasta nuestro ocio y tiempo
libre.
Si aún con lo leído no lo terminas de ver, he aquí unas cuestiones a
tener en cuenta:
- Desde el punto de vista pragmático: cuanto más esperes a poner solución a tu problema, más se enquistará, peor te irás sintiendo y, por ende, más tiempo necesitarás para resolverlo y más dinero a invertir. ¿todavía no lo ves claro?
- Recurrir a los medicamentos, que, aparentemente, nos dan una inmediata solución, termina formando parte del problema, e incluso empeorándolo, ¿por qué? ¿Conoces la iatrogenia? Esto da para otro artículo, que lo habrá, pero brevemente: iatrogenia es la enfermedad o desorden producido por los efectos secundarios de un tratamiento farmacológico. Puedes leer más acerca de ello aquí. Además deberías valorar seriamente los efectos secundarios de los fármacos.
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