¿QUÉ ES LA ANSIEDAD?

La ansiedad ES UNA REACCIÓN que surge como efecto a la percepción del MIEDO

La ansiedad no viene a nosotros porque sí, ni de la nada, sino que es el resultado de una emoción previa: el miedo. El miedo aparece ante situaciones externas o internas (pensamientos). La ansiedad es la respuesta de nuestro organismo, a nivel físico y mental, a algo que percibimos como miedo. 

Así pues, LA ANSIEDAD NO ES MIEDO. Esta distinción y aclaración es importante, ya que, si deseamos eliminar la ansiedad, podremos conseguirlo a través de fármacos, técnicas de relajación, técnicas de respiración, reestructuración de pensamientos negativos y muchas más, pero eso lo único que logrará es que la respuesta de nuestro cuerpo cambie, pero no evitará que sigamos sintiendo el miedo hacia una situación vital (perder el trabajo, no llegar a fin de mes, no alcanzar mis objetivos laborales…), hacia cosas concretas (las alturas, medios de trasporte, salir de casa solo, animales, a padecer una enfermedad…), hacia personas (equivocarse, no estar a la altura, a la soledad, al juicio de los demás…). Es como si en casa disponemos de una alarma de incendios que salta cuando empieza a incendiarse, cuando nos limitamos a trabajar o abordar la ansiedad sería como desconectar la alarma, dejaría de molestar el ruido, pero el incendio seguiría (el miedo). De esta manera, esas técnicas pueden ser adecuadas, incluso los fármacos, pero deben ir siempre acompañadas de un trabajo guiado por un profesional de la psicología que nos ayude a identificar el/los miedos, puesto que, a veces, no están claros, así como a proporcionarnos las estrategias adecuadas para afrontar y superar ese/esos miedos. Si no, lo único que hacemos es anestesiar y eliminar las señales que nuestro cuerpo nos da.

Sucede, en ocasiones, que si la ansiedad se eleva demasiado puede transformarse en la causa del miedo, convirtiéndose el efecto en la causa, comenzando el círculo miedo à ansiedad à pérdida de control; lo que llamamos el miedo al miedo, propio de las fobias generalizadas.

El miedo tiene diversas caras: preocupaciones, dudas, obsesiones, manías… De ahí que en el DSM (el manual de diagnóstico usado por los psicólogos y psiquiatras) el trastorno de ansiedad englobe las siguientes patologías: ataque de pánico con y sin agorafobia, agorafobia, fobias específicas, fobia generalizada, fobia social, trastornos obsesivos, trastornos por estrés traumático, ansiedad debido a enfermedad medica… Pero todas estas versiones de la ansiedad no son sino una reacción psicofisiológica ante el MIEDO.

Damasio y Gazzaniga (1999), dos de los mayores estudiosos en neurociencias, demuestran en sus experimentos que reducir la ansiedad de un sujeto puede inhibir sus reacciones, pero no altera sus percepciones y, en consecuencia, el miedo permanece. Damasio usa en un artículo en la prestigosa revista Nature una iluminadora analogía al afirmar que inhibir las reacciones fisiológicas del miedo a través de sedantes, o incluso de intervenciones quirúrgicas en determinadas zonas del cerebro, es como escayolar completamente a una persona y luego someterla a estímulos para ella espantosos: no podrá reaccionar, pero tendrá, de todos modos, quizás aumentada, la percepción del miedo; más aún, su imposibilidad de reaccionar incrementa su sensación de incapacidad de manejar esta emoción.

Limpia tu mente de "no puedo"
Espero que ahora sí haya quedado clara la diferencia, así como las razones por las que usar únicamente ansiolíticos o técnicas de control de pensamientos o relajación, por si solas, no van a resolver el problema de fondo y es más, después de aprender las técnicas y ponerlas en marcha y comprobar que la sensación y emoción desagradable persiste, la persona comienza a poner en duda sus propios recursos, encontrándose peor, frustrada e impotente ante la ansiedad y el miedo.


Ahora bien, vivimos en una sociedad en la que la inmediatez es lo que prima y deseamos que el malestar desaparezca lo antes posible sin entender que ese malestar son las señales de nuestro camino que nos indican que por ahí no debemos ir, que solo habrá más sufrimiento, pero, claro, abordar lo que realmente nos está pasando requiere esfuerzo y valor y, como dice el aforismo, “La única manera de llegar al otro lado del túnel es atravesándolo”.

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