Tanto en las escuelas de padres
como en la consulta, muchos padres me piden que atienda a sus hijos/as. Una
mueca se dibuja en mi cara, aunque tal vez no debería… Suelo hacer un gran
ejercicio de evitación, premeditada, eso si.
No estoy cerrada de plano a que un niño/a o adolescente acuda a la consulta psicológica, pero considero que no es la primera de las opciones.
No estoy cerrada de plano a que un niño/a o adolescente acuda a la consulta psicológica, pero considero que no es la primera de las opciones.
Un niño/a cuanto menos
profesionalizado esté, mejor. ¿Por qué?.
Les explico a los padres que cuando llevamos a nuestro hijo a un especialista como el psicólogo o el psiquiatra estamos dando dos mensajes: uno, lo que te pasa es suficientemente importante y grave como para no poderlo gestionarlo nosotros como padres y familia, es necesario un especialista. Y aquí entra el etiquetaje y diagnóstico, la expectativa que, inevitablemente, ese niño/a va a hacerse tanto de la situación, de sus padres y, lo más importante, de sí mismo. Una expectativa que no es positiva, sino todo lo contrario: “algo erróneo hay en mi”, “algo malo estoy haciendo”, “no soy capaz de…” Y si, además, el profesional entra a hacer una evaluación y posterior diagnóstico y se empecina en “casar” los criterios diagnósticos del DSM con nuestro hijo/a, tendremos un hiperactivo, una antisocial, una histriónica… generándose la identidad, tal y como en otra entrada comenté. El segundo mensaje, y que suele poner en alerta a los padres, es que al llevar a nuestros hijos al psicólogo no hacemos sino darle un mensaje muy claro: “te llevo al especialista porque yo no puedo contigo”. Este mensaje es sutil, pero muy importante y así se lo explico a los padres, ya que, en estas ocasiones, los padres pierden la oportunidad de hacerse cargo, pierden autoridad frente a su hijo, y esto no es fácil de recuperar. Los padres se muestran frente a su hijo/a incapaces, desbordados y desorientados, lo cual hará que la recuperación de la situación y del poder sea mucho más difícil. En definitiva, se desautorizan ellos mismos.
Les explico a los padres que cuando llevamos a nuestro hijo a un especialista como el psicólogo o el psiquiatra estamos dando dos mensajes: uno, lo que te pasa es suficientemente importante y grave como para no poderlo gestionarlo nosotros como padres y familia, es necesario un especialista. Y aquí entra el etiquetaje y diagnóstico, la expectativa que, inevitablemente, ese niño/a va a hacerse tanto de la situación, de sus padres y, lo más importante, de sí mismo. Una expectativa que no es positiva, sino todo lo contrario: “algo erróneo hay en mi”, “algo malo estoy haciendo”, “no soy capaz de…” Y si, además, el profesional entra a hacer una evaluación y posterior diagnóstico y se empecina en “casar” los criterios diagnósticos del DSM con nuestro hijo/a, tendremos un hiperactivo, una antisocial, una histriónica… generándose la identidad, tal y como en otra entrada comenté. El segundo mensaje, y que suele poner en alerta a los padres, es que al llevar a nuestros hijos al psicólogo no hacemos sino darle un mensaje muy claro: “te llevo al especialista porque yo no puedo contigo”. Este mensaje es sutil, pero muy importante y así se lo explico a los padres, ya que, en estas ocasiones, los padres pierden la oportunidad de hacerse cargo, pierden autoridad frente a su hijo, y esto no es fácil de recuperar. Los padres se muestran frente a su hijo/a incapaces, desbordados y desorientados, lo cual hará que la recuperación de la situación y del poder sea mucho más difícil. En definitiva, se desautorizan ellos mismos.
Claro está que siempre habrá
padres que prefieren que otro/a se encargue de su hijo/a…
Así que prefiero mostrar estos
dos mensajes a los padres y que ellos decidan. Casi siempre eligen ser ellos los que empiecen a
trabajar y luego vamos viendo…ya que siempre estamos a tiempo de
valorar si es necesario o no que sus hijos/as vengan al especialista.
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